Opinión
El futuro es agrosostenible

Por Facundo López Sartori, ministro del Agro y la Producción.
Nuestra tierra colorada se asienta con procesos tecnológicos y de innovación productiva que se aplican a las demandas de los productores. El trabajo de cada uno de ellos cuenta con un respaldo asegurado por proyecciones políticas -entre acciones y legislaciones- que se ven reflejadas en la protección de semillas nativas, la implementación de sistemas de riego que optimizan recursos, reservorios de lluvia y políticas de conservacionismo del agua y la biodiversidad.
Este jueves, se aprobó en nuestra legislatura, una herramienta que representa un nuevo paradigma en materia de agronomía, pero una puesta en valor de nuestra idiosincrasia misionera: habitar la producción de manera sana y amigable con el ambiente. Esto implica una responsabilidad sobre el territorio, que hoy está protegido por políticas públicas destinadas a nuestra soberanía productiva.

Promover el uso de bioinsumos es humanizar la producción, ponerle rostro de familia a la rentabilidad, es invertir en salud y lograr la sana convivencia entre la productividad económica y el desarrollo de la población rural.
Hoy nuestras líneas de acción se orientan a un abordaje integral de la producción, donde la cosecha pueda ser rentable, el consumo pueda ser sano y las familias productoras puedan conservar las propiedades del suelo.
Por eso, iniciamos esta transición a la utilización de biofertilizantes y desde hace tiempo tomamos la decisión política de estimular un nuevo proceso productivo que ponga en valor la agricultura familiar, esa mano de obra que produce alimentos, genera empleo genuino y, sobre todo, hace de las chacras misioneras un lugar rentable y accesible para vivir.
Con el uso de biofertilizantes, el suelo productivo se allana para las generaciones futuras, donde la agricultura orgánica sostenible representa un legado sociocultural, económico y con un amplio sentido de pertenencia.

Entonces, ¿qué representa esta legislación de un marco regulatorio para la investigación, desarrollo, producción, procesamiento, registro, comercialización y utilización de productos biológicos naturales? cuidar la vida del 38% de los misioneros que viven en chacras. Representa la transición a un nuevo modelo productivo que posiciona a Misiones como la primera provincia agrosostenible, donde habitar las chacras, poblar la vida rural y producir alimentos libres de químicos, es posible.
En Misiones, el futuro es agrosostenible.
Actualidad
El elefante en el living de Milei

El elefante en el living de Milei, opinión de Alejandro Chini para Radio Up
La administración de la cosa pública representa un desafío constante para quien encabeza el mando. No solo por los objetivos que se trazan, las demandas de la sociedad o los compromisos heredados de gestiones anteriores, sino también por un reto que rara vez recibe la atención suficiente: el control interno.
Quienes logran el favor del pueblo para conducir los destinos de un gobierno —sea municipal, provincial o nacional— suelen rodearse de personas de confianza, convencidos de que eso les permitirá avanzar hacia sus metas. Sin embargo, la experiencia muestra que no siempre ocurre así. A veces lo impensado se convierte en realidad: aquellos que llegan al Estado en nombre del pueblo, en realidad, buscan favorecer sus propios intereses antes que trabajar por el bien común.
Esa traición a la confianza pública es, en definitiva, el rostro cotidiano de la corrupción. Y cuando el discurso de una gestión se sostiene casi exclusivamente en la idea de la “pulcritud en los asuntos públicos”, cada nueva denuncia de estafa o irregularidad se vuelve un golpe demoledor. La pregunta entonces es inevitable: ¿qué debe hacer un gobierno que hizo de la transparencia su bandera, cuando día tras día aparecen manchas de opacidad?

En la narrativa oficial del actual gobierno libertario, parecía que con la detención de Cristina Kirchner —símbolo preferido del relato anticasta— los hechos de corrupción habían sido desterrados de la vida pública. Sin embargo, esa ilusión duró poco. La primera condición para garantizar integridad en la política es ser íntegro, no solo parecerlo. Y allí radica la gran falla de la administración de Javier Milei.
Con apenas veinte meses de gestión, el presidente logró lo que ningún otro mandatario en tan corto tiempo: acumular sospechas y casos de corrupción que perforan el corazón mismo de su propuesta de cambio. Lo que se presentaba como la antítesis del viejo sistema político, terminó reproduciendo el mismo vicio estructural que atraviesa a la Argentina desde hace décadas.

Porque si hay algo que explica las debilidades crónicas del país —la mala educación, el deterioro de la salud, la inseguridad persistente, la falta de empleo de calidad y la ausencia de previsibilidad— es la corrupción. No importa el color político, la humedad siempre encuentra una grieta por donde filtrarse. Lo mismo ocurre con los negocios espurios: tarde o temprano, florecen en las paredes de un gobierno que busca taparlos con relato, desviando la mirada de los problemas reales.
El libertarismo, lejos de ser una excepción, muestra cada día esa mancha de humedad expandirse. Igual que en su momento Mauricio Macri, Milei parece haber olvidado que la única herramienta capaz de transformar la realidad es la política, con todo lo que implica: construcción de consensos, diálogo, reconocimiento de adversarios y control democrático. Lo demás es pirotecnia verbal. Y en esa pirotecnia, muchas veces, los peores enemigos no son los opositores, sino aquellos que se visten igual que el presidente y repiten como mantra: “¡Viva la libertad, carajo!”.

La actitud desafiante del jefe de Estado, que se golpea día tras día contra la pared, refuerza esta paradoja. Al presentarse como un “topo” del Estado, intenta explicar que cada caso de corrupción que lo rodea es parte de su plan para exponer al sistema. Pero esa explicación recuerda demasiado a la leyenda del segundo gobierno de Yrigoyen, cuando al mandatario se le ofrecía un diario con noticias distorsionadas para hacerle creer que el rumbo era el correcto y el afecto del pueblo, inalterable.
El problema del presidente no es otro que las mentiras. Mentiras que se desnudan apenas se abre una ventana y entra un poco de luz en el despacho. Mentiras que corroen el vínculo con la ciudadanía y minan la credibilidad que alguna vez supo tener.
Ahí están, a la vista de todos: los aumentos de tarifas que supuestamente no se iban a tocar, pero que cada semana cambian; la promesa de eliminar el Banco Central, hoy firmemente sostenido; la demonización de China como “comunista”, seguida de un apaciguamiento obligado para renovar el swap; el escándalo del caso Libra; las coimas en prestaciones de salud. La lista podría seguir. Cada uno de estos episodios es, en sí mismo, un elefante en la habitación.
Mientras tanto, los problemas reales —la crisis social y económica que golpea a millones de argentinos— quedan relegados. En lugar de discutir cómo combatir la desigualdad, cómo generar empleo genuino o cómo garantizar un desarrollo federal, se insiste en el déficit fiscal como si fuera el único horizonte posible. Se improvisan parches vía endeudamiento sin siquiera bosquejar un plan a veinte años que le devuelva previsibilidad a la Argentina.

En definitiva, la corrupción, la desigualdad, el desempleo, la inseguridad y las mentiras componen ese elefante que deambula impunemente en la sala. Frente a ello, el gobierno opta por desviar la mirada y entretenerse con relatos, eslóganes y épicas inventadas.
La buena noticia es que todavía estamos a tiempo de mirar de frente a ese elefante. La salida no está en la negación, sino en la decisión colectiva de asumir responsabilidades. La política debe recuperar su sentido profundo: el servicio público. Y la sociedad, a su vez, debe ejercer el control ciudadano a través de la participación activa.
Si el gobierno decide ignorar al elefante, entonces que seamos los votantes quienes lo veamos. La próxima elección será una oportunidad para hacerlo. No se trata solo de elegir nombres, sino de decidir si seguimos permitiendo que la corrupción siga siendo el origen de todos nuestros males o si, de una vez por todas, nos animamos a desalojarla del living nacional.l
Opinión
Desmantelaron un narcokiosco y búnker de objetos robados en Iguazú: diez detenidos y secuestros de droga, dinero y bienes sustraídos

La Policía de Misiones desarticuló una banda delictiva en Puerto Iguazú al allanar dos viviendas que funcionaban como narcokiosco y centro de acopio de objetos robados, se detuvo a diez personas, entre hombres y mujeres, se procedió al secuestro de drogas, dinero en efectivo y bienes recientemente sustraídos. Los mismos estarían vinculados a robos y venta al narcomenudeo de estupefacientes.
Los procedimientos se realizaron durante la tarde y noche del jueves, en cumplimiento a las órdenes emitidas por el Juzgado de Instrucción N° 3 de Iguazú, a raíz de dos hechos investigados, el robo a una tienda, de donde se habían llevado una notebook Lenovo, prendas de vestir y piercings, y otra causa por el hurto de materiales de construcción.
En una de las viviendas, ubicada en el barrio Andresirto, propiedad de un hombre de 43 años, se detectó que funcionaba como punto de venta de estupefacientes al narcomenudeo, los efectivos hallaron además de los elementos robados, un narcokiosco en funcionamiento, donde había dosis de marihuana, varios gramos de cocaína en piedra, un envoltorio con cocaína en polvo, papel aluminio para fraccionamiento, $88.000 en efectivo y un teléfono celular que será analizado.
El procedimiento derivó en la detención de diez personas, seis hombres de entre 25 y 47 años y cuatro mujeres de entre 21 y 40 años. Por disposición del Juzgado Federal, fueron notificados de la causa por infracción a la Ley 23.737 de estupefacientes, mientras que dos de las inplicadas fueron notificadas por encubrimiento por receptación de objetos robados.
El operativo fue encabezado por la Comisaría Primera de Iguazú junto a la División Drogas Peligrosas de la Unidad Regional V, la cual continúa con las pesquisas del caso.

Eldorado
La UCR de Eldorado por primera vez sin bancas en el CDE: se dobló y se rompió


“Hubo un tiempo que fui hermoso, y fui libre de verdad…” proclamaba Sui Géneris desde ´Canción para mi muerte´; a la que se sumaron millones de voces añorando tiempos pasados. O porque éramos hermosos, o simplemente reinábamos en nuestros universos sin estridencias. Ya en la década del ´30 el mítico Carlos Gardel relató con ´Cuesta abajo´ “…sueño con el pasado que añoro, el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá”, como una irrefutable premonición abierta e impersonal, en escenarios de época y marquesinas multicolores.
Si bien nada es nuevo bajo el sol, el cachetazo de la realidad puede ponerte en estreno, y no necesariamente de parabienes. Los signos predecían vertiginosos descensos por el desfiladero y los malos augurios sonaban en letanías cercanas. Si tiene cuatro patas, tiene cola y encima ladra; no hay dudas, es un perro. Y por si faltara algo, el perro también mordió.
Desde diciembre de 2025 en el Concejo Deliberante de Eldorado ocurrirá algo inédito e inusual, aunque esperable. Por primera vez, desde que la pujante Colonia Eldorado dejara atrás la etapa fundacional y fomento para convertirse en Municipio, y surgieran las primeras tareas organizativas del Honorable Concejo Municipal (1952), no habrá siquiera un concejal de la Unión Cívica Radical en representación de la comunidad. Los memoriosos recordarán que al Partido Justicialista también le ocurrió alguna vez, pero una infranqueable diferencia lo justificaba: la proscripción partidaria que intentó desterrar al peronismo durante 18 años, desde la trágica -y mal llamada- “Revolución Libertadora” de 1955 hasta las elecciones de 1973.
La sucesión de “méritos” del radicalismo en los últimos años fueron haciendo menguar la disputa bipartidaria que mantenía con la Renovación –como antes enfrentando al justicialismo- hasta que los aires actuales de ´con o sin peluca´ resultara el golpe de gracia para los boinas blancas eldoradenses en los pasados comicios del 8 de junio.
Aunque no es pretensión analizar las múltiples causas de este ´divorcio cívico´ con el electorado, tal vez si resulte justo recordar a quienes enarbolaron mucho más que banderas y dogmas radicales en el Concejo Deliberante local. Entonces surgen personalidades como Rodolfo Baccay, Edwin Kunzi, Roberto Zubrzycki, Ernesto Tiemesmann, Oscar Valsechi, Luis Lorenzo Verité, Waldemar Pedersen, Gualterio Libutzki y Erich Rimmele –todos de denominación ucerreísta- desde 1952 hasta el golpe militar de 1976. Luego del retorno a la Democracia en 1983, figuras públicas como Cesar Horacio Pabón, Carlos Manuel Vera, Daniel Gargano, Arturo Sther, Roque Pollina, Ethel Urban, Alejandro Falsone, Norman Firpo, Elisa Haidinger, Oscar Márquez, Abelardo Giavotto, Jorge Lacour, Alejandra Chimenti, Gustavo González, Héctor Falsone, Rosy Kurtz y Augusto Daniel González -en la actualidad– prestigiaron el cuadro representativo partidario. Es precisamente con el mandato a cumplir de éste último edil (el próximo 10 de diciembre de 2025) que la UCR perderá su única banca, y por primera vez en la historia institucional de Eldorado, en el Concejo Deliberante no tendrá representatividad ciudadana.
Conflictos de intereses y tradicionales familias en pugna por los espacios –y cargos- no explican por si esta incontrastable realidad. El conformismo y la comodidad de ser minoría amainaron el ardoroso deseo de buscar el poder popular para materializar los sueños y aspiraciones de la sociedad. No supo, no pudo, no quiso. Y tras la hecatombe política y social del ´experimento´ gubernamental Alianza (1999 – 2001) su mejor oferta consistió en pretender controlar a quienes hacían, una descolorida versión del espíritu señero que el radicalismo levantó con Raúl Alfonsín. Falto de reflejos, lejos de la gente, principios pisoteados y creciente incertidumbre emergen como un electrocardiograma revelando la debilidad de signos vitales, la historia y destino de la UCR. Su fundador, Leandro N. Alem lo sentenció en 1896 ante los riesgos de disolución partidaria: “que se rompa, pero que no se doble”.
Mientras tanto, desde un atrofiado parlante, Gardel insiste lastimero: “…ahora, cuesta abajo en mi rodada, las ilusiones pasadas, yo no las puedo arrancar; sueño con el pasado que añoro, el tiempo viejo que lloro y que nunca volverá.”
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